Cooperativas ciudadanas para producir energías renovables

Cooperativas ciudadanas para producir energías renovables La unión hace la fuerza y también la electricidad. Consumidores de países tan diversos como Bélgica, Francia, España, EE.UU., Dinamarca, Reino Unido, Nicaragua o Argentina han demostrado que se pueden crear con éxito cooperativas para generar todo tipo de energías renovables.

Mujeres, parados, grupos desfavorecidos, comunidades de vecinos o islas enteras son algunos de los impulsores de estas iniciativas. En algunos casos son pequeños colectivos, pero en otros reúnen a miles de socios y clientes.

Energías renovables múltiples

Flandes, Bélgica. Año 1991. Una pequeña cooperativa, Ecopower, empezaba a financiar pequeñas instalaciones hidráulicas. En la actualidad, según sus responsables, generan más de 19.000 megavatios/hora (Mwh) para sus 21.000 clientes y han instalado 200 paneles fotovoltaicos, cinco aerogeneradores y una central de cogeneración. Los más de 24.000 socios han logrado un capital de unos 13 millones de euros.

En Alemania, la cooperativa Windfang se creó en 1992 y es la primera de este país dirigida por mujeres con el objetivo de gestionar instalaciones eólicas, solares e hidráulicas para generar su propia electricidad.

En Francia, destaca la iniciativa de Enercoop. Esta cooperativa, cuyos socios son productores, consumidores, asociaciones, gobiernos locales y los propios empleados, se creó en 2005, un año después de la liberalización del mercado eléctrico galo. En la actualidad, Enercoop distribuye electricidad de origen renovable a unos 6.000 clientes de todo el país y reinvierte parte de sus beneficios en la creación de nuevas instalaciones.

En España, vecinos del concejo asturiano de Lena se han agrupado en una cooperativa para poner en marcha una infraestructura capaz de generar electricidad a partir de la energía eólica, hidráulica, solar térmica y fotovoltaica y biomasa. Los socios trabajan en un estudio de viabilidad para localizar posibles lugares y conseguir financiación y ayudas. También han organizado talleres para construir sus propios equipos.

Cooperativas solares

Montar un panel fotovoltaico en una vivienda es caro, pero entre varios vecinos los gastos disminuyen. Así lo han hecho en EE.UU. varias comunidades vecinales californianas, que se unieron para comprar juntos kilovatios de energía solar y ahorrarse dinero. La empresa SolarCity, especializada en promover e instalar este tipo de iniciativas, se ha encargado de su realización. Por su parte, varios vecinos del barrio residencial de Mt. Pleasant, en Washington, a unos tres kilómetros de la Casa Blanca, han creado una cooperativa, Mt. Pleasant Solar, para instalar en sus tejados placas fotovoltaicas.

El cooperativismo y la energía solar pueden ser una buena salida para la crisis y el paro. Así lo demuestran Tefosol y Azimut 360, dos cooperativas creadas a finales de 2009 para poner en marcha proyectos relacionados con esta energía renovable.

Turbinas eólicas colectivas

Samsø, una isla danesa de 114 kilómetros cuadrados y unos 4.000 habitantes, presume de ser autosuficiente con la energía eólica que genera. En 1997, el Gobierno del país organizó un concurso para lograr que una isla generase su propia energía renovable. La propuesta de Samsø ganó y ha demostrado que el jurado no se equivocó. Para empezar, construyeron once aerogeneradores de un megavatio (MW) cada uno, que cubre las necesidades eléctricas de sus habitantes, y han añadido otros diez aerogeneradores marinos de 2,3 MW.

La mayoría de los vecinos de Samsø participa como propietario de las turbinas, al igual que el ayuntamiento. Además, varias cooperativas vecinales gestionan centrales térmicas para calefacción. Es el caso de la planta de Brundby, cuya energía proviene de la quema de paja. Esta materia prima procede de varios granjeros locales, que aprovechan después las cenizas como abono. Por su parte, la instalación de Nordby-Maarup se basa en placas solares y la quema de corteza de árbol.

En Dinamarca, se construyó en el año 2000 el parque eólico marino de Middelgrunden, frente a las costas de Copenhague. Sus impulsores son una empresa de servicios municipales, Copenhaguen Energy, y una cooperativa ciudadana. Sus veinte aerogeneradores producen 40 MW y participan más de 8.000 accionistas.

En Reino Unido, una pequeña comunidad local en Dyfi Valley, Gales, instaló en 2003 la «Pobl Pwr», la primera turbina eólica colectiva de este país. Los vecinos instalaron y financiaron el aerogenerador y se benefician de la venta de energía. Ante el éxito logrado, sus responsables planifican la construcción de una segunda turbina.

En Dakota del Norte (EE.UU.), Basin Electric ha hecho también historia al convertirse, a principios de 2010, en el proyecto de energía eólico más grande puesto en marcha por una cooperativa rural de consumidores. La granja de aerogeneradores produce 115 MW para más de 130 sistemas rurales de nueve estados que participan en la cooperativa, de manera que sirven de forma indirecta electricidad a unos 2,8 millones de personas.

Cooperativas renovables para el desarrollo social

El cooperativismo y las energías renovables pueden ser una buena mezcla para el impulso económico y social de zonas en vías de desarrollo. En Totogalpa, un municipio nicaragüense limítrofe con Honduras, un grupo de 19 mujeres y un hombre creaban en 2003 una cooperativa para sustituir las cocinas alimentadas con leña y combustibles fósiles por otras basadas en energía solar. El colectivo, denominado «Mujeres Solares de Totogalpa», elabora sus propias cocinas solares con una gran parte de materiales locales. Sus responsables explican que generan empleo a la vez que reducen la deforestación y las enfermedades respiratorias.

En Argentina, la Federación de cooperativas de la Región Sur (Fecorsur) ganó el año pasado un premio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) por su proyecto de electrificación rural con energías renovables. La idea consiste en llevar a los 300 habitantes dispersos de la provincia de Río Negro varios sistemas para que aíslen sus hogares o extraigan el agua.

Reciclaje del aceite usado

Reciclar el aceite doméstico usado es una sencilla acción con grandes beneficios medioambientales y sociales. Además de evitar su alto poder contaminante, sirve para elaborar productos ecológicos como biodiésel o jabones. En España, varias cooperativas y asociaciones han puesto en marcha proyectos de recogida y aprovechamiento de este residuo en los que participan colectivos desfavorecidos.

En Salamanca, la cooperativa Porsiete emplea a trabajadores con discapacidad intelectual para la recogida del aceite vegetal usado en domicilios y hostelería, que luego se entrega a una empresa que lo transforma en biodiésel. Y no es la única. En la Universidad de Granada se entrega el aceite a dos asociaciones, Madre Coraje y Avalón, que lo utilizan para ayudar a personas desfavorecidas y a enfermos de sida, respectivamente. En Alhama (Granada), el aceite se recoge para dar trabajo a personas en riesgo de exclusión.

Cómo impulsar una cooperativa de energías renovables

Los impulsores de estos proyectos han tenido que superar desafíos económicos, administrativos y técnicos muy diversos e importantes. Por ello, los consumidores interesados deben tener una clara conciencia ecológica y ser muy perseverantes para no caer en el desánimo.

Sus responsables subrayan que las instituciones, en especial las locales, juegan un papel esencial para el fomento de las energías renovables, y en concreto, de los proyectos cooperativos ciudadanos. Las ayudas y subvenciones, la implantación de un marco legal y burocrático que facilite y apoye estas iniciativas, o el impulso de acuerdos entre todas las partes involucradas, empresas, instituciones y ciudadanos son básicos para ello.

Los consumidores pueden reclamar a las instituciones que apoyen este tipo de iniciativas y participar e invertir en las cooperativas que ya funcionan.

Fuente_Consumer