Estaciones de esquí, un futuro difícil y comprometido

La complicada situación actual es el resultado de un modelo económico inviable y de una imprudente y precipitada huida hacia delante, tratando de tomar ventaja a unas condiciones climáticas cada vez más adversas. Lo que implica deficientes resultados económicos y fuertes impactos ambientales y paisajísticos.

Finaliza la temporada de esquí 2011-2012 y los gestores de las estaciones emiten diferentes opiniones, algunos la califican de desastrosa, otros manifiestan “que es para olvidarla” y los más benevolentes la tildan de extraña. Las condiciones climáticas son cada vez peores, el número de visitantes decrece y las cuentas de resultados son cada vez más negativas.

La ostensible disminución de precipitaciones de nieve se ha tratado de paliar con costosísimos sistemas de innivación artificial, pero las crecientes adversidades climatológicas van desbordando las capacidades de los cañones de nieve, el aumento de las temperaturas reduce su utilización y otras veces funde en pocas horas la nieve producida con un alto coste energético y la alteración del ciclo hidrológico en la montaña. La costosa inversión y el alto gasto de funcionamiento están siendo un lastre en vez de una solución y además las perspectivas climáticas son muy desfavorables. Caso paradigmático ha sido el incendio el pasado mes de marzo en al valle de Castanesa, en el que se ha aprobado una inviable y megalómana estación de esquí, las llamas subían quemando pastizales hasta los 2600 m de altura y luego descendían por los valles contiguos. Donde hace años se acumulaba la nieve, el fuego calcinaba los pastos de montaña.

A estas condiciones desfavorables se ha sumado el equívoco modelo seguido, que ha depositado en el insostenible binomio nieve-ladrillo todas las proyecciones a futuro. Las estaciones de esquí son empresas deficitarias, que han sutentado su financiación con la urbanización de zonas periféricas recalificadas de rústicas a urbanizables. Agotada la superficie edificable, la crisis estaba asegurada, pero las administraciones han ido colaborando con la ampliación de estas zonas o la hipertrofia urbanística de los pueblos del entorno, con el consiguiente destrozo paisajístico ambiental y en algunos casos patrimonial. En el Pirineo aragonés, un feo edificio de apartamentos, hunde sus cimientos en el yacimiento del monasterio medieval de Santa Cristina de Somport.

Además con la connivencia de casi todas las administraciones, las estaciones de esquí existentes, sus ampliaciones y las proyectadas, han disfrutado de unos inexplicables privilegios para sortear todos los impedimentos legales, ya sean urbanísticos, ambientales o de cualquier otra índole. Desgraciadamente en el tema que nos ocupa la práctica de los “hechos consumados” ha sido una conducta practicada con prepotente frecuencia. Hasta tal punto que las Administraciones ante sentencias contrarias de los tribunales, han llegado a modificar leyes de protección ambiental para tratar de emplazar instalaciones de esquí en Parques Naturales, descatalogando zonas de alto valor ecológico, dando cobertura a maniobras de especulación urbanística que es la verdadera artimaña de la iniciativa.

Las estaciones más deficitarias han sido integradas en empresas públicas, soportando entre todos los ciudadanos las deudas y los gastos anuales de la explotación. En otros casos las administraciones han creado opacas sociedades de capital público y régimen de empresas privadas para manejar la quimera del esquí-urbanismo, erigiéndose en empresas especuladoras, a las que el final de la burbuja inmobiliaria y la crisis han puesto en una situación muy comprometida. Estas sociedades, que malviven con inyecciones anuales de millones de euros, arrastrando tremendas deudas y anunciando drásticas reducciones de plantillas.

Ecologistas en Acción, no está radicalmente en contra del esquí, pero considera que ha llegado el momento de replantear sosegada y responsablemente cambios en el modelo, que se establezcan los límites y que se redimensione como una actividad complemetaria en la diversidad económica de los valles de montaña. Desgraciadamente el 7º Congreso Mundial de Turismo de Nieve y Montaña, que estos días se ha celebrado en Andorra ha sido otra oportunidad perdida para debatir sobre las directrices para adapterse al difícil futuro climático y hacer la actividad más compatible con la conservación del frágil medio natural de las montañas.

Mariano Polanco | www.ecologistasenaccion.org