Plásticos y consumo

De un tiempo a esta parte, los comercios tradicionales o los establecimientos comerciales no pertenecientes a la categoría de “grandes superficies”, se han unido a la moda de hacer que los alimentos generalmente, y otro tipo de productos también, acaben empaquetados en innumerables capas de plásticos y bandejas de corcho.

Y sin duda alguna, esto supone un elemento que aunque no parece que vaya a desaparecer, no ha de tener más destino que el de su eliminación por la vía del compromiso de vendedores y consumidores en rechazar tales prácticas.

Podrán darse muchos argumentos que justifiquen esta corriente. Si es por higiene, no creo que en nuestros días haya problemas para considerar que la utilización de estos envoltorios suponga una disminución del riesgo de infecciones o insalubridad. Los medios de conservación y el aumento en los indicadores de higiene general no tienen por qué verse reforzados con estos mecanismos. Y si hiciese falta, es porque el comercio en cuestión tiene problemas de salud pública, pero que no se solucionarían por muchos plásticos que traten de hacer más bonito un producto.

Argumentos de presentación, de buena presentación. Puede que los comercios tradicionales pretendan emular a las grandes superficies mejorando la presentación y dotándoles de mayor atractivo a cuanto venden. Si bien, la clave de los productos en los pequeños comercios que abundan en nuestras localidades reside en otras cuestiones tales como la calidad o la tradicionalidad en la elaboración.

Puede que sea por comodidad. Pues no sé si es comodidad que al vaciar una bolsa al volver de comprar empiecen a proliferar plásticos por todos lados que, tanto si van a ser o no reciclados (y la recomendación es que debieran ser separados y depositados en el lugar conveniente para su reciclado, aunque sólo se reciclan en nuestro país el 10% del total de bolsas de plástico), suponen una ocupación de espacio tan fatigosa como su capacidad para generar efectos contaminantes.

Efectivamente, estos planteamientos se emiten dando por hecho un consumo basado en el comercio o autoservicio tradicional y no en las grandes superficies, cosa que resulta contraria a los hechos dada la penetración de dichos comercios en nuestras localidades, pero que no pueden competir con las características de quienes buscan en la comarca determinado consumo.

Los efectos contaminantes son sobradamente conocidos y no por ello reiterativos, pero en esta sociedad ya se sabe cómo la memoria de las cuestiones útiles es borrada por el desinterés y el pasotismo debiendo renovarse desde las instituciones la llamada conciencia social tan erosionada por el individualismo, el egoísmo y el consumismo. Por recordar: a la propia base productiva (gas y petróleo) y el consumo de energía en su producción cabe sumar la propia naturaleza del producto, definida su degradación por cientos de años, cabe sumar su elevadísimo uso y los efectos directos que tiene sobre, por ejemplo, la fauna marina que consume los plásticos al confundirlos con presas con el consiguiente lento y doloroso proceso de muerte del animal.

Pero parecen haber intereses y elementos socioeconómicos: El petróleo como base de nuestra economía; el consumismo, y esa insaciable capacidad del hommo aeconomicus, el ser egoísta, por llevarse a casa veinte bolsas cuando con cinco tendría bastante o no valorar el coste que de cara al futuro tendrá esa bolsa de plástico en relación a cómo resta posibilidades a los recursos naturales debido a la contaminación; el empleo que genera el sector del plástico en España, por ejemplo, como una de las principales productoras de bolsas en Europa y la consiguiente presión de los grupos empresariales.

Solución: mientras llega y no la normativa, que se nos promete implicará una reducción a la mitad en el consumo de bolsas para 2015, resulta clave el propio comportamiento de consumidores y, cómo no, el de los vendedores, resultando interesante que las Asociaciones de Comerciantes de los municipios de nuestro entorno apostaran por ofrecer envoltorios de cartón o papel, o como mucho, bolsas biodegradables, lo que contribuiría a crear una particular marca comarcal o local.

 Fuente_Bernabé Aldeguer Cerdá